Si las camelias ensartadas en lánguido cuerpo,
jarra de plata latente, pudieran trocar en grito
su delicada belleza.
tan solo humo azul en el recuerdo, siguiera
mis pasos de ahora con su reflejo.
Si la torre caída.
Si el aire inquieto.
Si la sombra tras la esquina.
Si la persiana echada.
que necesita brazo y carbón
para mover el ritmo de las horas,
conocieran la fuente viva de tu capricho,
todo,
absolutamente todo,
buscaría el refugio azucarado de tus labios,
para brotar, nacimiento nuevo, como palabra
indefinida en el tiempo y el dolor:
Puro juego de tu voz.