martes, 27 de octubre de 2009

EN UN CUENCO


    
     En un cuenco se pueden contener
mil palpitaciones o dos mil anémonas
fundidas con la transparencia del agua
abandonada.

     En un único cuenco, sobre un único mantel
de cuadros azules con ocho mil migas de pan (esparcidas por tres mil manos ancianas),
venas congeladas en rubí y el tiempo
escondido en los pliegues de las palmas.

     En un hondo cuenco,  la mirada ahogada,
el pez moribundo y un silencio que busca sus alas.

lunes, 19 de octubre de 2009

SOLILOQUIO DE TRES FIGURAS


Tres figuras que modelé entre desconchones

 




   En el puerto de la soledad los barcos
flotan balanceando sus palabras huecas
sobre el lomo plateado en humedad
de los peces que partirán a las seis,
para no volver, o volver distintos.

    Mientras, acuden a las migas de pan que anciano
o niño se entretienen en tirar, con los pies danzando
en el vacío de brillos y oscuridades bajo el muelle.
Sobre el muelle las grúas sueltan giros entre metales.

    Tres figuras ancladas por la piel.
Tres figuras hacen sonar su soliloquio para tres.
El chapoteo de la soledad en el puerto de la soledad
hace sonar a salitre la queja para uno, de uno, dos y tres.
Soliloquio de tres figuras ancladas por la piel.

Juan Delgado Martín-Prat

domingo, 4 de octubre de 2009

Esferas del Mediodía



Quisiera trazar en el aire un último apunte magistral:
la naturaleza plena que dicen tener las esferas del mediodía.


Sus redondeces alcanzan el cenit de la plenitud.
Y la virtud cansada de unos ojos
no ven allá, en las sombras violetas,
la profundidad cercada de misticismo con que nos hablan.
El amarillo cadmio de la luz, siempre me atrajo más .

Pero es tiempo de hacer rodar los astros.
¿ Alguien reparte una por una las entradas,
o se encarga el mismo tiempo,
con su dañina desidia,
de colarnos en la función?

Taparos los oídos.
Después de tantos inviernos
crujen los trapos secos en la lejanía de los cuerpos,
angulosos y fecundos, que habitaron sus cortezas.

Un momento, forzudos, no los toquéis aún,
Contened mi risa, payasos.
Requiero pulso firme,
Equilibristas,¡ a mi mano!

A mi mano, para poder trazar en el aire
un último apunte magistral.