sábado, 27 de febrero de 2016

Cinco Cruces Alzadas



   
   Abre, noche, la luz morada de tu puerta.
En la profunda soledad de Su mirada
los huecos imposibles, la plenitud;
el calor de la llama, la soledad;
las espinas lacerantes, el beso;
la silueteada quietud del óxido,
el andar sosteniendo un abrazo.

   Tiempo muerto en la hora alta,
 reptando el caído llanto de la cera
 busca refugio entre los adoquines.

   Crujido de cuellos, como crujido de ramas,
brisa que quiebra cinco velos rasgados,
estremeces, cargada de jirones, las nucas:
mirada del pecho hundido
que se fue al rotundo golpe del llamador,
quilla de amor... ¡Qué surcos de dulce herida
dejaste en la arena de mi infancia!.

   Muere el lirio, es verdad,
pero asciende y renace en la saeta
para reposar de nuevo,
eco triunfante del sonido,
sobre el  liso oro del canasto.

   Su andar parado,
quieto en la hora alta.
Rostro al aire frío de la madrugada.
Manos que rasgan cinco cuerdas
templadas de agonías y lunas entrelazadas.

   Tibias golondrinas del dolor 
ocultas en el nido de Su abrazo.
Rumor de soledad que extraña 
y acoge al cirineo sin nombre
entre la duda de los naranjos
con breves súplicas de azahar.

    Sobre el lejano crujir de la madera
 Rotunda presencia hundida,
 naufragio de luz, noche,
 en tu oscura, profunda estancia.

   Cinco cruces alzadas
en la hora alta de tu madrugada.

Juan Delgado Martín-Prat Cuaresma 2016