que solo apreció la intimidad de la penumbra.
Las bocas callaron sus signos, sus gestos, sus pasos....
El ciervo azul sacudía distraído los rubíes del rocío.
Suspendidos en un estado incipiente cuerpo y aire,
El último canto del gallo.
Crujen unas ramas.
El ciervo azul se oculta
del primer rayo del más humilde sol,
en una fronda violácea de galaxias.
Suspendidos en un estado incipiente cuerpo y aire,
craquelado el lienzo de los relojes, la enredadera
encontraría huecos para comenzar a vivir y a morir
trepando en la felicidad del que se sabe en silencio:
Con la mano vuelta hacia el cielo, la mirada alzada,
espera, encuentra, despide, pide lluvia
y no se da cuenta que es gota.
El último canto del gallo.
Crujen unas ramas.
El ciervo azul se oculta
del primer rayo del más humilde sol,
en una fronda violácea de galaxias.